Cómo se gestionaban en la antigua Roma las inundaciones, explicado por dos profesores de la ULPGC en The Conversation

Tewise Yurena Ortega y José Luis Zamora subrayan la comprensión técnica y estratégica de los riesgos fluviales que mostraban los romanos

La profesora ayudante doctora de Derecho Romano, Tewise Yurena Ortega, y el Catedrático de la misma área, José Luis Zamora, firman en la plataforma de divulgación The Conversation el artículo “Cómo afrontaron los romanos la gestión de las inundaciones en la Antigüedad”, en el que repasan las medidas que se tomaban en caso de crecida del río Tíber en la ciudad.

La posición de la ciudad de Roma como punto en el que convergían varias corrientes de agua la hacía vulnerable a crecidas e inundaciones, aunque también ofrecía ventajas como facilitar el comercio o el control de las rutas económicas. Sin embargo, los autores señalan que, a pesar de que los romanos contaban con conocimiento avanzados en hidrología y construcción, “no destacaron precisamente por la adopción de medidas preventivas”, inicialmente por la creencia de que las inundaciones eran respuestas divinas. Es bajo los mandatos de los emperadores Augusto y Tiberio cuando empiezan a alejarse de esa concepción, “apostando por ofrecer soluciones técnicas y prácticas que sirvieran para proteger la ciudad ante un problema de gestión de las aguas”.

Así por ejemplo, Augusto “ensanchó, limpió y encauzó el cauce del Tíber, que se había llenado de escombros con el tiempo” dado el hábito de los romanos de deshacerse de los desperdicios en el río, desde los mencionados escombros hasta restos orgánicos, de industrias cárnicas e incluso cadáveres. De igual forma, al realizarse construcciones en las orillas, se hizo necesario delimitar las riberas y prohibir urbanizarlas. También fue Augusto el primero en imponer sanciones para quienes perjudicaran la gestión de las inundaciones, ya fuera destruyendo diques de contención o talando árboles en las orillas.

La iniciativa de Augusto tuvo continuidad en Tiberio, creador de la comisión encargada “de la vigilancia y control del cauce del río y la protección de la ciudad. Esta propuesta incluía tres intervenciones: desviar el río, realizar obras de canalización y ocluir el lago Velino” que fue inicialmente rechazada por el Senado por motivos religiosos. Claudio y Trajano, por su parte, plantearon la gestión de las aguas desde la construcción de puertos, canales, acueductos y cloacas, siendo estas últimas de gran relevancia porque “favorecieron la extracción de las aguas acumuladas, la canalización de las provenientes de las lluvias y el drenaje de las tierras pantanosas alrededor de la ciudad”.

Cuando la comisión propuesta por Tiberio salió adelante (los curadores del río), la compusieron cinco miembros de rango senatorial, con el apoyo de personal técnico y funcionarios públicos. Entre sus labores se encontraban “delimitar las orillas, prohibiendo a los propietarios de los fundos ribereños la realización de obras, edificaciones o cualquier acción que pudiera dificultar el acceso al río, la navegabilidad, el uso o su obstrucción (…) [proteger] a los particulares que realizaban labores de limpieza frente a la perturbación de terceros y resolvían los conflictos relativos a los límites fluviales. También asumieron el mantenimiento constante y la limpieza de los cauces y las orillas”.

Los autores subrayan que si bien la respuesta que dieron los antiguos romanos a la gestión de las aguas “no fue sistemática ni plenamente preventiva, las medidas que llevaron a cabo evidencian una comprensión técnica y estratégica de los riesgos fluviales. Sus acciones no solo buscaban paliar los efectos inmediatos, sino también mitigar sus consecuencias en el funcionamiento de la ciudad”.

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